Un interesante artículo de María Pía López en Página 12, aborda una temática que impregna en momento que vivimos, aunque difícilmente se perciben sus consecuencias. Habla del choque de realidades.
Una empresa puso a la venta un dispositivo electrónico que es un visor personal -unas antiparras- para andar por el mundo. Son anteojos de “visión pro” y declaran procurar una realidad mixta, con datos del entorno y datos del producto. Entiendo que cada quien porta así el mundo que elige y no aquel en el que está condenado a transitar. Así, lo que prolifera en una ciudad, lo que se nos presenta como interrogación, molestia o deslumbramiento, puede ser sustituido por aquello que previamente programamos o, mejor aún, por aquello que el algoritmo decidirá que viene a satisfacer nuestros hábitos y deseos. No es sólo una innovación tecnológica, sino la confirmación de un tipo de sensibilidad: el cuerpo es ya un conjunto de extensiones, de vínculos con dispositivos, de capacidades de navegación y tecleo para encontrar o recibir.
El mismo día en que se difundían en redes los aplausos al primer comprador de esos esperados anteojos, se publicó una entrevista al ex presidente ecuatoriano Rafael Correa, donde considera la dificultad para la acción política en el reino de los algoritmos: cada quien recibe una cantidad de información que sólo lo ratifica, coincide con su lectura del mundo, lo encierra en una tribalidad cuyo sentido no es definido de modo autónomo por esa tribu sino por estrategias bien claras de producción de sentido. El encierro, entonces, ya no es el de la pandemia, no es sólo el de la cárcel -aunque Bukele sea el héroe del momento para grandes masas-, sino que es el de un nuevo tipo de realidad.
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